Dios eleva a los mas fuertes

domingo, 11 de agosto de 2013

de la guerra y el pueblo guerrero

  No queremos que con nosotros sean indulgentes nuestros mejores enemigos, ni tampo-
co aquellos a quienes amamos a fondo. ¡Por ello dejadme que os diga la verdad!
  ¡Hermanos míos en la guerra! Yo os amo a fondo, yo soy y he sido vuestro igual. Y yo
soy también vuestro mejor enemigo. ¡Por ello dejadme que os diga la verdad!
  Yo sé del odio y de la envidia de vuestro corazón. No sois bastante grandes para no co-
nocer odio y envidia. ¡Sed, pues, bastante grandes para no avergonzaros de ellos!
  Y si no podéis ser santos del conocimiento, sed al menos guerreros de él. Éstos son los
acompañantes y los precursores de tal santidad.
  Veo muchos soldados: ¡muchos guerreros es lo que quisiera yo ver! «Uni-forme» se
llama lo que llevan puesto: ¡ojalá no sea un¡-formidad lo que con ello encubren!
  Debéis ser de aquellos cuyos ojos buscan siempre un enemigo - vuestro enemigo. Y en
algunos de vosotros hay un odio a primera vista.
  ¡Debéis buscar vuestro enemigo, debéis hacer vuestra guerra, y hacerla por vuestros
pensamientos! ¡Y si vuestro pensamiento sucumbe, vuestra honestidad debe cantar victo-
ria a causa de ello!
  Debéis amar la paz como medio para nuevas guerras. Y la paz corta más que la larga77.
  A vosotros no os aconsejo el trabajo, sino la lucha. A vosotros no os aconsejo la paz,
sino la victoria. ¡Sea vuestro trabajo una lucha, sea vuestra paz una victoria!
  Sólo se puede estar callado y tranquilo cuando se tiene una flecha y un arco: de lo con-
trario, se charla y se disputa. ¡Sea vuestra paz una victoria!
  ¿Vosotros decís que la buena causa es la que santifica incluso la guerra? Yo os digo: la
buena guerra es la que santifica toda causa.
  La guerra y el valor han hecho más cosas grandes que el amor al prójimo. No vuestra
compasión, sino vuestra valentía es la que ha salvado hasta ahora a quienes se hallaban en
peligro.
  «¿Qué es bueno?», preguntáis. Ser valiente es bueno78. Dejad que las niñas pequeñas
digan: «ser bueno es ser bonito y a la vez conmovedor».
  Se dice que no tenéis corazón: pero vuestro corazón es auténtico, y yo amo el pudor de
vuestra cordialidad. Vosotros os avergonzáis de vuestra pleamar, y otros se avergüenzan
de su bajamar.
  ¿Sois feos? ¡Bien, hermanos míos! ¡Envolveos en lo sublime, que es el manto de lo feo!
  Y si vuestra alma se hace grande, también se vuelve altanera, y en vuestra sublimidad
hay maldad. Yo os conozco.
  En la maldad el altanero se encuentra con el debilucho. Pero se malentienden recípro-
camente. Yo os conozco.
  Sólo os es lícito tener enemigos que haya que odiar, pero no enemigos para despreciar.
Es necesario que estéis orgullosos de vuestro enemigo: entonces los éxitos de él son tam-
bién vuestros éxitos79.
  Rebelión - ésa es la nobleza en el esclavo. ¡Sea vuestra nobleza obediencia! ¡Vuestro
propio mandar sea un obedecer!
  «Tú debes» le suena a un buen guerrero más agradable que «yo quiero»80, y a todo lo
que os es amado debéis dejarle que primero os mande.
  ¡Sea vuestro amor a la vida amor a vuestra esperanza más alta: y sea vuestra esperanza
más alta el pensamiento más alto de la vida!
  Pero debéis permitir que yo os ordene vuestro pensamiento más alto - y dice así: el
hombre es algo que debe ser superado.
  ¡Vivid, pues, vuestra vida de obediencia y de guerra! ¡Qué importa vivir mucho tiempo!
¡Qué guerrero quiere ser tratado con indulgencia!
  ¡Yo no os trato con indulgencia, yo os amo a fondo, hermanos míos en la guerra! -
  Así habló Zaratustra.